Ni
le largo cuello de la jirafa ni los cuernos del toro
son caprichos de la naturaleza.
Tampoco
lo es el caparazón de las tortugas, para ellas es como el chaleco
antibalas o como las armaduras que utilizaban los guerreros
antiguamente. El cuerpo de la tortuga es débil y además carecen
de otros elementos para defenderse de sus enemigos.
Si
abandonara su concha quedaría desprotegida.
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